Si nuestra vida es una microhistoria, (aunque no sea lineal, ni aristotélica) donde suceden cosas -tal vez irrelevantes, comunes, cotidianas y anónimas para mucha gente- pero es nuestra vida, nuestra circunstancia. La cual apreciamos y logramos saber por qué vivimos en esta época y en esta particularidad única.
Además, comprendemos que dentro de nosotros, hay cosas extraordinarias que hemos conocido como una intuición manifiesta y permanente. Por esa razón de nuestra vida en particular podemos incluir nuestra música incidental como una banda sonora que suene en momentos cotidianos, emotivos y solemnes; circundándonos en cada escena.
Hay cierto tipo de música que nos transforma de una manera existencial y aún fenomenológica, en cada experiencia, en cada momento significativo nos damos cuenta que es una música de la cual hacemos “personalmente nuestra” y sabemos que fue creada especialmente para nosotros, como decía “El cartero” en un diálogo con Pablo Neruda: “la poesía es para quien la necesita y no solo para quién la escribe” SIC. Entonces es la que escuchamos en el fondo de cada escena vivida, específicamente en momentos memorables o significativos. A demás esta música define nuestra personalidad, porque nos gusta y nos hace sentir especiales; de esta forma es como la elegimos, más allá de un enfoque estético y de un existencialismo pop. Es la música incidental que se hace para el escenario de nuestra vida, desde el drama trágico y la comedia. Beethoven decía que si escuchamos una marcha nos dan ganas de marchar, de igual forma si nos sentimos enojados podemos escuchar un buen heavy metal…
Hay canciones para renunciar a la humanidad, como la de “Mad World” de Gary Jules. Para evadir nuestros problemas y nunca solucionarlos para que nos acompañen toda la vida como la de “Feelin Alright” de Joe Cocker. Para recordarnos que en la vida no todo es posible como en los cuentos, como la de “You Can´t Always Get What You Want” de The Rolling Stones. Aunque existen otras más optimistas.
La música transforma momentos y trasporta hacia un pasado de vivencias, de añoranzas, de melancolía, de sueños futuros y pasados, pura nostalgia, alegría de instantes, aún monumentales, cuando ya los años han pasado y tenemos ganas de volar o cuando hace que la vida se vaya despacio. Bueno estas son algunas canciones que suenan en mi vida, que han sonado en algún tiempo y otras que suenan para siempre, aunque en posteriores ocasiones podré mencionar muchas más:
En primer lugar: “Cromatique” de Vangelis. Es la canción más metafísica y abstracta que he escuchado, también es extraña, su estructura rítmica no es de este mundo. Es ideal para olvidarme de la monótona cotidianeidad y salir de ahí mientras dure la canción.
Anywhere out of the world “En algún lugar fuera del mundo” de Dead Can Dance. Sabiduría intelectual renacentista (siempre pensamos eso cuando hablamos de la razón). Ideal para reflexionar en la búsqueda de un propio fin en la vida o para leer la filosofía existencial de Emilio Cioran, Kierkegaard o Nietzsche. Los crescendos instrumentales, los falsetes y titánica voz de Brendan Perry te arrancan de este mundo. Es una belleza sublime.
Dentro de la música incidental Urishite es una canción de gloria al igual que “Under the Wood” del maestro Seji Yocoyama. Denota gloria, paz, triunfo, santidad del que ha peleado la buena batalla, del que ha seguido el camino de toda la tierra (de donde ningún viajero puede volver), junto con Lehi, Catulo y Shakespeare. Alguien dijo que cuando escuchó esa canción creyó ver a Dios y que le entregó algo sagrado. Seguramente esta es una canción que puedo escuchar por toda la eternidad y se ha convertido en un himno para mí…