Al enfrentar situaciones de mi vida cotidiana actúo conforme a muchas creencias que he adquirido en mi crecimiento y socialización dentro de mi medio ambiente y entorno social. Como primer ejemplo las virtudes alimenticias, creo que unas hierbas son venenosas y sé que otras no.
Creo que las complejas acciones que realizan los seres humanos recaen en lo bueno y lo malo; en lo correcto e incorrecto.
Pero ¿porqué debo yo morir? dejando atrás una confusión conceptual; ¿porqué debo yo morir en la búsqueda de un ideal? por el bien de mi comunidad o el de la humanidad o el de mi familia y amigos.
El sentido que le doy a mi vida está condicionado por mis creencias, valores y normas, desde mi perspectiva personal. Inmerso en mi visión del mundo, en la cual transcurre mi vida y mis relaciones con el mundo: lo bueno, lo malo; lo correcto e incorrecto; lo justo e injusto; lo que se considera verdadero o falso. Todo esto en relación con mi marco conceptual en cuya prisión he nacido dentro de la caverna platónica.
Sin embargo, finalmente, no estoy totalmente a merced de mi visión del mundo, porque ésta cambia a lo largo de mi historia, lo mismo que mis creencias acerca del mundo. Por lo cual, una de las tareas fundamentales de la filosofía es la de llamar la atención sobre mi prisión que constituye mi marco conceptual, además de la forma en que está constituido y cómo puede cambiar. Aunque no me sea posible escapar de esta prisión, pero si puedo transformarla y aún cambiarla y para ello necesito una reflexión responsable y un conocimiento profundo de mi marco conceptual para saber cuáles son mis valores morales, estéticos, cognoscitivos, metodológicos; mis normas y creencias que conforman mi marco y así emprender una crítica y una transformación necesaria y justificada.
Aunque la tarea de la filosofía sea la de comprender y criticar mi visión del mundo, de la naturaleza, la sociedad y de mí mismo; También es comprender otras visiones y otras formas de ver la vida para transforma la mía de una forma diametralmente dialéctica...